I.
Ciencias naturales
Las
c.n. son, por su objeto material, prácticamente ilimitadas; por su objeto
formal se limitan preferentemente a sistemas aislados (átomo, sistema solar,
espacio vital...), que no están sometidos a ninguna injerencia extraña.
Trabajan metódicamente dentro del marco de la --> causalidad funcional, es
decir, la relación de causa y efecto se fija sobre un contexto regular entre
estados de conjunto de un sistema aislado (-> materia). Las magnitudes que
caracterizan el estado de un sistema son limitadas a magnitudes
cuantitativamente determinables (longitudes, tiempos) o se reducen a ellas
(energía igual a masa por velocidad). Las unidades de medida son escogidas de
manera que puedan reproducirse independientemente del observador y de las
condiciones locales o temporales. Las leyes naturales son interdependencias
regulares entre las magnitudes del estado de un sistema. En principio pueden
siempre reproducirse en las mismas condiciones. El objeto de las leyes naturales
está en las relaciones universales, pero no en las circunstancias singulares,
que son despreciadas como casuales condiciones marginales o iniciales. Las leyes
naturales son universales porque, con relación a igual totalidad de mutaciones,
tienen vigencia en igual manera (en el vacío son válidas para todos los
cuerpos las mismas leyes de caída).
Pero
las leyes naturales no son necesariamente universales, pues una totalidad más
amplia de mutaciones puede hacer necesaria una ampliación, generalización o
matización de una ley natural (transición de las leyes de la caída a la ley
de la gravitación o a la teoría general de la relatividad). Por eso, los
conceptos y las categorías del las c.n. en general no reciben una fundamentación
ontológica; su valor está en que pueden describir adecuadamente y expresar en
su interdependencia una totalidad de fenómenos y leyes. La utilidad, realidad y
extensión de las conceptos y categorías de las c.n. consisten en la totalidad
de hechos que pueden comprenderse adecuadamente a través de ellos. Las c.n.
conocen una evolución de la ciencia: una mejor elaboración de los conceptos y
de las formas de pensar permite comprender en sus interdependencias regulares
una mayor variedad de fenómenos y mutaciones (la revisión del concepto de
tiempo y espacio en la teoría de la relatividad posibilitó la síntesis de la
mecánica y electrodinámica de sistemas estáticos y móviles; el
perfeccionamiento de los conceptos de «medición» y de «estado»
hizo posible una inteligencia de la relación entre los fenómenos ondulatorios
y los cuánticos en la teoría de los cuantos). En esta evolución, no se tornan
falsos o inútiles los conceptos antiguos, pues por una parte siguen siendo
válidos respecto de la descriptibilidad de un conjunto limitado de fenómenos,
y representan, por otra, epistemológicamente, un puente inevitable para la
inteligencia de sistemas más generales.
Las
c.n. son tanto inductivas como deductivas. Son inductivas, porque la necesidad
de nuevas categorías resulta de la averiguación experimental de nuevos
fenómenos y leyes. La experiencia estimula la formación de conceptos nuevos o
más generales. Por eso las c.n. en su desarrollo son ciencias inductivas. Pero,
en su aspecto formal, son siempre ciencias deductivas, porque una inteligencia
fundamental de una disciplina científica sólo es posible cuando se hace
patente la relación de cada tesis particular con los principios y leyes
fundamentales; cualquier colección enciclopédica de hechos o cualquier sistema
fenomenológico sólo tiene función de estadio científico previo, de
hipótesis de trabajo o teoría.
A
este doble aspecto de las c.n. corresponden también el concepto de los
criterios de verdad de los c.n.: 1) La verdad de una categoría es la exactitud
con que es descrita, aprehendida y esclarecida lógicamente una totalidad de
fenómenos o leyes en su interdependencia. La verdad de una categoría está
representada por el volumen de hechos que es capaz de esclarecer. 2) La verdad
como sencillez (principio positivista de economía): El número de principios no
demostrables (axiomas) debe reducirse al mínimo, para que la conexión lógica
resulte lo más clara posible. 3) La verdad como exactitud formal: Las c.n. como
ciencias deductivas deben satisfacer a las exigencias de la lógica. Sus
principios no pueden implicar contradicción y deben ser independientes entre
sí.
II.
Teología
La
teología de la Iglesia está en un contexto espiritual, esencialmente distinto
del contexto de las c.n. Los objetos materiales de la t. son tan ilimitados como
los de las c.n., pues abarcan el orden entero de la creación y de la
redención. En cambio, el objeto formal de la t. puede caracterizarse como
sigue:
1)
La t. tiende primariamente a formular la realidad de la Iglesia en su contexto
de salvación eterna. Es la base de una identificación de los creyentes entre
sí (--> símbolos de fe). 2) Con ello va unido el hecho de que en la t. se
formula también quién pueda y quién no pueda pertenecer a la comunión de la
Iglesia por razón de sus creencias y su conducta. Este aspecto de la t. implica
un carácter fuertemente jurídico. No es posible una apelación a instancias
fuera de la Iglesia (--> infalibilidad. 3) La Iglesia se identifica con la
primitiva comunidad cristiana y con la tradición eclesiástica. De ahí que la
t. sea también definición de la Iglesia. Por la comparación de distintos
estadios de evolución de la Iglesia deben determinarse su núcleo invariable y
sus leyes de crecimiento. 4) La Iglesia está inmersa en un ambiente o un
contorno, con el que se relaciona por una acción mutua. Este contorno forma el
espacio vital de la Iglesia. De ahí que la t. deba formular también lo que
favorece o daña a la vida de la comunidad. Debe analizar la estructura del
contorno y formular la relación vital de la Iglesia con él. Este aspecto de la
t. es de carácter histórico y sociológico. 5) La vida espiritual de la
Iglesia radica en la revelación y en la tradición. Ambas raíces deben
desprenderse de la imagen antigua y mitológica con que están entretejidas. De
ahí que la t. tenga también un aspecto que le viene de la historia del
espíritu y de la cultura. En los cinco aspectos se ve claro que el objeto
formal de la t. está caracterizado por la solicitud respecto de la Iglesia y su
mediación salvadora, y no por un ideal de verdad naturalista o enciclopédico.
En
contraste con las c.n., la t. no tiene por objeto un sistema autónomo o
cerrado; su objeto es sobre todo la relación del individuo dentro de la
historia de la salud con el fin último de la humanidad y de toda la creación.
La formulación teológica es libre, desde el punto de vista de su objeto
formal, para servirse de las categorías de una causalidad eficiente o de una
causalidad funcional. La causalidad eficiente se presta para describir cadenas
de causas de sentido único, p. ej., la mediación de la salvación por parte de
la Iglesia para su contorno, cuando la repercusión de éste en aquélla es
accidental. La causalidad funcional se presta 1) para la confrontación entre la
t. y las c.n., pues los resultados de las c.n. sólo
pueden definirse y discutirse en el marco de la causalidad funcional; 2) para la
formulación teológica de las dimensiones bajo las cuales la Iglesia aparece
como unidad funcional y vital dentro de la historia de la salvación; 3) para la
formulación teológica del desarrollo de la Iglesia hacia el -> reino de
Dios. Verdaderamente en esta triple causalidad no se puede concebir
adecuadamente a Dios como causa extrínsecamente eficiente. La t. tiene como
objeto, no sólo las estructuras generales que pueden reproducirse (amor al
prójimo, sacramentos), sino también la historia sagrada, única e irrepetible,
de la comunidad judía y cristiana, de la humanidad y de la creación entera.
Los
conceptos y las categorías dogmáticos de la t. han de cumplir tres postulados:
1) Expresarán adecuadamente un hecho o una verdad, si no de modo completo en
cuanto al contenido, sí respecto de la intención de la formulación. 2) En la
formulación debe reconocerse la relación de lo formulado con la historia
salvífica y con el origen de la salvación. 3) Serán accesibles e inteligibles
al mundo conceptual del momento y, por tanto, estarán revestidos de símbolos
contemporáneos. La conciencia de la Iglesia no vive sólo de una visión
retrospectiva, sino que, dada la constante mutación de la estructura cultural y
sociológica de la humanidad, debe formularse siempre de nuevo. Este aspecto de
la predicación condiciona una evolución de los -->dogmas, análoga a la
evolución en las c.n. Los criterios normativos de verdad son: 1) Armonía con
las fuentes de la revelación y con la práctica de la Iglesia a lo largo de su
historia; 2) Una interdependencia llena de sentido con la acción salvífica de
Dios y con la historia sagrada; 3) la adhesión de los creyentes (la cuestión
de la autoridad no se toca inmediatamente en la confrontación entre la t. y c.n.).
III.
Relación entre la teología y las ciencias naturales
De
la precedente comparación entre t. y c.n. podemos deducir que en el objeto
material se interfieren, pero en el formal se distinguen esencialmente. A
dificultades, y particularmente a pseudoproblemas, entre la t. y las c.n. se
llega cuando: 1) en la formulación de un hecho determinado se confunden la
causalidad eficiente y la funcional (creación y
comienzo del universo, signos salvíficos y fenómenos extraordinarios de la
naturaleza, el alma como motor y forma del cuerpo, la voluntad humana como causa
eficiente y componente de una unidad funcional físicoespiritual); 2) las
fuentes de la revelación son consideradas bajo el objeto formal de las c.n.
(relatos de la creación, historia de la tierra y de la humanidad, escatología
del mundo físico en el Antiguo y en el NT); 3) los resultados de las c.n. son
considerados bajo el objeto formal de la t. (mitización de la evolución de los
organismos, de la expansión del universo o del segundo principio
termodinámico); 4) la formulación dogmática emplea conceptos antiguos que,
por influjo precisamente de las c.n., han sufrido en la lengua diaria un
esencial cambio semántico o se hallan en un contexto de sentido completamente
nuevo. Estos cuatro puntos deben ser explicados brevemente.
1)
El concepto de ->creación debe expresar la relación fundamental de
Dios con la existencia y la cualidad de todo ente, su carácter absoluto y su
transcendencia. La formulación bíblica («dijo y fue hecho») soslaya la
metafísica. La fórmula clásica (creatio est productio re¡ ex nihilo su¡
et subiecti) se apoya en la causalidad eficiente, pero indica el carácter
singular de la creación por la adición ex nihilo. La moderna idea de la
causualidad funcional ha reducido la base intuitiva de la formulación a base de
la causalidad eficiente. Queda además abierta la cuestión de si el comienzo
cronológico pertenece a la intención del dogma o es sólo un matiz de la forma
de pensar que adopta en sus fórmulas la causalidad eficiente. La causalidad
funcional apenas permite formular un comienzo cronológico; la relación de Dios
con todo ente debe aquí conocerse por abstracción y analogía, partiendo de
las estructuras estables de la dinámica de sistemas reales y posibles. El
concepto de creación se refire a una relación con lo obsoluto y debe, por
tanto, poderse formular de diversas maneras. Así, pues, las diversas
categorías de causalidad no deben confundirse entre sí, ni pueden tampoco
deducirse unas de otras.
Lo
mismo acontece con la evolución de los organismos y del hombre. Ésta se
halla definida y formulada a base de la causalidad funcional. Sus notas
esenciales están precisamente en la dinámica particular de la organización de
determinadas estructuras de lo viviente,
sin entrar en el problema de que la insistencia en la causalidad eficiente
particular dentro del mundo cierra la mirada a la ley divina que lo envuelve
todo.
También
el -> milagro como acontecimiento especial y signo salvífico sólo puede
definirse por su sentido y función en el contexto de la historia de la
salvación. Si, por un lado, el aspecto cientificonatural no entra en el objeto
formal de la dogmática, por otro, las c.n. están tan abiertas a una
interdependencia funcional en el campo de la historia de la salvación, como las
leyes físicas lo están a la estructura química y a la información
biológica, constituyendo incluso la base necesaria de estas supraestructuras.
Mas si el milagro o el libre albedrío son formulados mediante la idea de una
especial causalidad eficiente en una naturaleza funcionalmente entendida, ello
conduce a una confusión de conceptos y a un conflicto entre las c.n. y la t. Si
el alma es considerada como forma espiritual y física del cuerpo humano, esto
se hace en armonía con la t., que defiende la unidad entre cuerpo y alma, y con
el criterio funcional de las c.n. Pero si la resurrección del hombre es
concebida, no como una acción salvífica de Dios, sino como derecho natural de
una inmortal, informante y configurante causa eficiente que actúa sobre el
cuerpo, no sólo se entra en conflicto con las c.n., sino que, además, queda
desvirtuada la afirmación religiosa sobre el destino del hombre entero a la
salvación.
2)
Los escritos del Antiguo y del NT deben ser enfocados según su aspecto de
historia sagrada y, por tanto, han de valorarse como fuentes para la t., y no
para las c.n. Así, los relatos de la creación versan primariamente sobre el
carácter absoluto de Dios, frente a ciertos mitos contemporáneos, y no sobre
datos astronómicos.
3)
Imaginar las c.n. como camino hacia la religión o la evolución de los
organismos como historia salvífica es confundir sistemas funcionales y formas
de pensar de muy distinto nivel.
4)
Cuando la intención primaria de un dogma queda encubierta por el hecho de que
conceptos antiguos (naturaleza, substancia...) se hallan en un nuevo contexto
semántico, las categorías intelectuales de las c.n. pueden prestar un auxilio
para que la intención original se haga accesible al actual mundo de conceptos y
representaciones.
Gernot
Eder
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.