viernes, 20 de febrero de 2015

CONTINGENCIA (CONTINGENTE)

1) Filosóficamente lo c. es aquello que no existe en virtud de su propia esencia, aquello respecto de cuya esencia el existir de hecho -bajo el aspecto puramente lógico y formal- se comporta como un accidente (de accidere), que «adviene de fuera» a la esencia. Según una mayor extensión del concepto, se denomina c. todo lo que «puede dejar de ser». Así está en contradicción con-lo absoluto y necesario, que no puede dejar de ser, porque existe en virtud de su propia esencia. En sentido más estricto excluye lo imposible simplemente y designa sólo aquello que «puede ser y no ser». En todo caso, la contingencia significa una constitución ontológica, caracterizada por una deficiencia, por un no tener o no ser, a saber, designa aquella modalidad de esencia que no es en sí y por sí su propia realidad (--> ontología). Acerca de la relación de lo c. con lo necesario vige esencialmente lo dicho, al hablar de lo absoluto, sobre la historia de su pensamiento, sobre la dificultad para conocerlo con que tropieza la conciencia actual y sobre ensayos más ligados a la experiencia para lograr entenderlo.
El uso del concepto de c. lleva consigo un nuevo factor problemático. Parece que, normalmente, no se da al hombre, en sentido estricto, un conocimiento inmediato, temático y objetivo de su propia c., porque esto significaría sin duda una experiencia temática del fundamento absoluto de su existencia. Entonces, ¿en qué puede conocerse lo c.? ¿En que ha sido causado por otro? En tal caso, el concepto serÍa inutilizable para la metafísica (para conocer a través de él lo necesario como causa de lo c.). ¿En que lo c. comienza a existir o deja de existir? En tal caso, es imposible demostrar filosóficamente la contingencia del mundo en su totalidad (de hecho, la filosofía griega que argumenta por el nacer y perecer de las cosas del cosmos, no avanzó hasta la c. ni, consiguientemente, hasta el carácter creado de la materia universal que forma el fondo o sustrato de todo, y se quedó pegada al -->dualismo). En cambio, en la mutabilidad del hombre y del mundo se halla un indicio universalmente aplicable de la contingencia.
2) El hombre experimenta su variabilidad de las más diversas maneras: por el crecimiento y la vejez, por el aprender y olvidar... Cada hombre realiza sucesivamente posibilidades que posee, para llegar a ser más y más él mismo. Pero esta sucesiva actuación de sí mismo es también, inevitablemente, una actuación selectiva: la opción por una posibilidad determinada excluye automáticamente otras, tan reales y apetecibles como la escogida. Esta ley fundamental de la suerte humana se experimenta sin duda con fuerza máxima en la elección de una profesión determinada, que anula otras posibilidades de formación y creación, las cuales, por ser posibilidades humanas, eran también, más o menos, posibilidades mías. También las situaciones límite, en que la contingencia del hombre se impone con la más fuerte inmediatez psíquica (la pérdida de un ser querido, la comisión de una culpa, el fracaso profesional), están insertas en la «estructura formal» de la mutabilidad. Como ésta ímposibilita que todas nuestras posibilidades se conviertan en realidad sin selección ni tachaduras, o que se den y perduren, sin dispersarse en lo sucesivo, en un «ahora» de pura y única totalidad, de colección centrada y concentrada en sí misma, ella es indicio de que el hombre no existe por razón de su propia esencia, en virtud de su propio poder, ya que entonces todas sus posibilidades serían sin más plena realidad, en una palabra, constituye un indicio de que el hombre es contingente.
3) Para demostrar la c. del mundo como todo, no es menester interrogarle pieza por pieza sobre su variabilidad (así para la física actual y también, p. ej., para el materialismo dialéctico es evidente el constante y universal intercambio de las partículas elementales de que consta el mundo). Nosotros llamamos mundo a la totalidad de lo que es accesible a nuestra experiencia directa. Ahora bien, en tal caso, partiendo ya de este concepto «operativo» del mundo, del que tiene sin duda que arrancar todo pensamiento filosófico, queda averiguada la variabilidad de todo cuanto es mundo en particular y en general. Pues el objeto inmediato de nuestra experiencia variable debe estar de acuerdo en la constitución fundamental de la variabilidad con la experiencia que lo recoge y lo une consigo. De la variabilidad y, por ende, de la contingencia del mundo no puede tampoco exceptuarse un último principio cósmico, que corresponda, p. ej., a la materia de los griegos. La variación de una cosa afecta a cada una de sus partes, aun a la que aparentemente queda más intacta; en la medida en que algo es sujeto de una variación, queda también modificado como sujeto de la misma.
Así entendidos en su c., el hombre y el mundo en su totalidad son la base para remontarse al conocimiento de lo -> necesario. Pero, tras el conocimiento expreso así logrado de la c. del hombre y del mundo, sin duda late ya una inmediata experiencia fundamental, no explícita, no sometida a reflexión, de la realidad original, del polo opuesto a lo c., a saber, de lo -> absoluto, de lo incondicionalmente infinito; esta experiencia se interpreta en el conocimiento teórico como prueba de la existencia de Dios.
Walter Kern

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