miércoles, 11 de marzo de 2015

Comercio y negocios.

Compraventa de terrenos.

           Una de las transacciones comerciales más antiguas consignadas en la biblia es la compra realizada por Abrahán de un campo y una cueva a Efrón el hitita. Desde que los israelitas se asentaron en Canaán, se desaprobó la compra-venta de terrenos. La tierra era algo que Dios les había confiado. No eran ellos sus propietarios. Cada familia había recibido una parcela de tierra como herencia. Y había que conservarla como parte de los bienes familiares.

            Por eso, existían leyes para el caso en que alguien, obligado por la pobreza, tuviera que vender sus tierras. Entonces, un miembro de su familia tenía que volver a comprarlas. Había también leyes sobre los años de "jubile", que tenían lugar cada 50 años, y en los que todas las tierras habían de volver a sus propietarios originales. No sabemos hasta que punto y en qué época de la historia tuvieron verdadera aplicación tales leyes. El sistema, desde luego, no funcionó con éxito en tiempos de la monarquía. El rey Ajab de Israel tramó la muerte de Nabot, su súbdito, para apoderarse de su prpiedad. Y los ricos compraban y acaparaban las tierras de los que no podían pagar sus deudas.

           Había costumbres antiguas en relación con la compra de tierras. En el libro de Rut, el vendedor se quita el zapato y se lo entrega al comprador. Esto debió de simbolizar la toma de posesión, al poner uno el pie sobre la tierra. Cuando Jeremías compró un terreno, se hizo una escritura en la que cosntaba el contrato y se depositó en un cántaro de arcilla (lo que equivalía en el Antiguo Testamento a una caja fuerte).

Gn 23; Lv 25,8-34; 1 Re 21,1-16; Is 5,8; Rut 4,7-8; Sal 60,8; Jr 32,6-15.

Comercio dentro del país.

           Los labradores israelitas eran pobres. Producían únicamente lo necesario para el sustento de la familia. Y muy pocas cosas necesitaban que no pudieran producirlas ellos mismos, con excepción de los cacharros de cerámica y las herramientas de metal y las armas. Los viajes y transportes entrañaban dificultades. El asno acarreaba la mayor parte de la carga, y las carretas eran muy pequeñas. Así que, durante largo tiempo, el comercio interior del país fue muy simple. Pero poco a poco se fueron creando mercados en torno a las puertas de la ciudad. Y en ellos se vendían productos del campo y ovejas y cabras. Los alfareros y los herreros fabricaban y vendían sus respectivos productos, y los comerciantes forasteros que acudían a los mercados instalaban sus puestos para vender sus mercancías.

Comercio internacional.

           Tres factores contribuyeron a que Israel participara en el comercio internacional, particularmente en tiempo de los reyes.

            El primero fue el desarrollo de "industrias" que necesitaban la importación de materias primas. La fabricación de metales y de paños fueron las industrias más importantes.

            El segundo factor fue la conquista por Israel de nuevos territorios que se hallaban en las rutas del comercio internacional.

            El tercer factor fue que los reyes estaban interesados en crear riqueza y adquirir bienes suntuosos.

           El hecho de que a los comerciantes se les llamara popularmente "cananeos" refleja la circunstancia de que durante mucho tiempo los israelitas se limitaron a vivir en las montañas y no intervinieron en el comercio con el exterior. El profeta Isaías habla de Tiro "cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra" (23,8). Pero Oseas declara: "Los israelitas son tan poco honrados como los cananeos; les gusta engañar a sus clientes con pesos falsos" (12,8).

Las rutas del comercio por tierra.

          Israel se hallaba en la encrucijada entre Asia Menor (Turquía y Siria), Egipto y Arabaia. Los israelitas supieron sacar partido a esta circunstancia, aunque eran en realidad las tribus nómadas del desierto las que transportaban las mercancías en caravanas de camellos.

          Partían de Asía Menor, pasando por los montes de Tauro, al oeste del desierto de Siria, cruzando Alepo, Jamat y llegando por fin a Israel.

          Partían de Mesopotamia, cruzando el desierto de Siria por el camino de Jarán y Alepo, y dirigiéndose luego al sur, hacia Israel.

           Partían de Arabia recorriendo la costa del Mar Rojo y llegando a Aqaba, y luego se dirigían hacia el norte, a Damasco, cruzando por Moab y Galaad, para dirigirse al noroeste, a Jerusalén, o al oeste, a Gaza.

Las rutas del comercio por mar.

        Precisamente hasta el tiempo de los romanos, el comercio marítimo estuvo deominado por los fenicios. Navegaban por el Mediterráneo occidental y tal vez llegaban hasta Inglaterra. Una importante ruta de navegación, en las cercanías de la costa, llegaba desde el Líbano hasta Egipto, con escalas en Ugarit, Biblos, Sidón, Tiro, Accó, Cesarea y Jafa, y en los puertos situados en La Llanura Filistea. Con el paso del tiempo se fueron construyendo y ampliando instalaciones portuarias y almacenes. Hubo también una ruta marítima que partía del Mar Rojo y que llegaba hasta la costa oriental de África. Pero el comercio con esos países tuvo muchas fluctuaciones.

Los reyes como comerciantes.

        Algunos reyes de Israel concertaron alianzas con países vecinos, especialmente con Tiro. Debieron de hacerlo con el propósito expreso de fomentar el comercio y asegurar la paz. Tiro, en aquellos tiempos, era la mayor potencia marítima del Mediterráneo, con colonias y puertos en todas las costas.

        Parece también que Salomón hizo de intermediario entre diversos países. Se cree que él importaba caballos de Cilicia y carros de guerra de Egipto, y que luego exportaba unos y otros a Siria.

        Cuando la reina de Saba visitó a Salomón, formaba parte quizás de una delegación comercial del sur de Arabia (donde se producía el incienso). Y cuando Salomón fortificó Tadmor (Palmira), debió de hacerlo para que los comerciantes pudieran cruzar con más facilidad el desierto de Siria.

        Salomón obtuvo la ayuda de los fenicios para la construcción de naves en Ezion-Geber, en el extremo septentrional del golfo de Aqaba. Asimismo, los fenicios proporcionaban la tripulación que llevaba las naves hasta "Ofir" (situado, probablemente, en la costa nordeste de África). Más tarde, Josafat, rey de Judá, creó una especie de "empresa mixta" con el rey de Israel y el rey de Tiro para renovar esta ruta comercial. Pero las naves se fueron a pique en una tormenta.

         Parece que los reyes se preocuparon de asegurarse el derecho de tener mercados abiertos en ciudades extranjeras, para vender sus productos. El rey Ajab de Israel consiguió este derecho en Damasco.

          En tiempos de algunos reyes, la nación llegó a ser próspera. Y la riqueza afluía al país. Pero los profetas desaprobaban enérgicamente esta situación. La prosperidad engendraba orgullo, corrupción, deudas y esclavitud. Había más cosas para los ricos. Pero cada vez había menos para los pobres. Y lo que era peor: las importaciones no tenían sólo por objeto bienes materiales, sino que con ellas venían también las religiones extranjeras.

Ez 27; 1 Re 5; 9,1; 10, 28-29; 2 Cr 9,28; 1 Re 10,1-13; 2 Cr 20,35-37; 1 Re 22,48-49; 20,34.

La época del Nuevo Testamento.

        La "paz romana" especialmente cuando Pompeyo hubo limpiado de piratas los mares, fomentó mucho el comercio. En Palestina, la profesión de comerciante se tenía en mucha estima. E incluso los sacerdotes se dedicaban al comercio. El volumen de exportaciones e importaciones iba en aumento.

        Las rutas comerciales por tierra estaban dominadas por los nabateos, cuya capital era Petra (en la actual Jordania). Las caravanas de camellos solían tener recorridos muy extensos. Y existía siempre el peligro de ser atacados por salteadores. Parece que esto ocurría especialmente en la zona que rodeaba Jerusalén, a pesar de que el rey Herodes había adoptado medidas para poner remedio a la situación.

        Las crónicas judías muestran que, a pesar de que Jerusalén se hallaba en un lugar remoto y montañoso, se vendían en ella nada menos que 118 artículos de lujo diferentes, procedentes de la importanción. Había siete mercados distintos. Los que traían mercancías para venderlas en el mercado tenían que pagar grandes impuestos. Y los precios eran elevados. Había un comercio intenso en artículos necesarios para el culto divino del templo, especialmente animales para los sacrificios. Jesús se opuso a que este comercio se realizara en el atrio del templo, el único lugar donde los judíos podían rendir culto a Dios. El templo era, probablemente, el factor más importante en el comercio de Jerusalén. Todo judío tenía que efectuar pagos a la tesorería del templo. Y este hecho ayudaba indudablemente a Jerusalén a costear sus importaciones.

        Los rabinos judíos señalaban normas estrictas para las transacciones comerciales, y había inspectores de mercados para comprobar si se observaban. Había que revisar periódicamente las balanzas y los pesos. Los compradores tenían derecho a formular reclamaciones. Y no se podía cobrar interés en los préstamos a correligionarios judíos. Se podían pignorar bienes personales como garantía de la devolución de un préstamo, pero los bienes esenciales, como la ropa, los arados y las piedras de molino no se podían enajenar en el caso de impago. Estas normas tenían claramente sus raíces en la ley del Antiguo Testamento. Pero, en tiempo de Jesús, adquirieron especial relieve.

Lc 10,30-37; Lv 19,35-36: Dt 25.13-16.

Los pagos.

          En los tiempos más remotos, el comercio se hacía por trueque. En Gn 33,19 y Jos 24,32, el término que se utiliza para designar al dinero significa literalmente "ganado". No cabe duda de que, originalmente, el valor de las cosas se fijaba en términos de cabezas de ganado. Pronto se introdujeron el oro y la plata, pero las monedas no se usaron hasta el siglo VII a.C. Un siclo no era una moneda, sino un peso de oro o plata. Y, así, el comercio y las transacciones comerciales requerían que se llevara consigo grandes cantidades de metal. Y los comerciantes tenían que verificar y pesar los lingotes. No hay pruebas de que en Israel, antes del desierto, existieran sistemas bancarios, aunque tales sistemas existían ya en Mesopotamia.

         En tiempos del Nuevo Testamento había ya diversidad de monedas y se había creado un sistema bancario. El comercio entre países con diferentes monedas exigía los servicios de los cambistas.             

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