jueves, 30 de abril de 2015

Alabanza y adoración.

"Entren, adoremos, postrémonos, ¡de rodillas ante Yahvé que nos ha hecho!"
(Salmo 95:6)
Mucho se habla actualmente sobre la alabanza y la adoración y se practica, tanto en iglesias cristianas como en movimientos dentro de la Iglesia Católica como, por ejemplo, el movimiento carismático. Pero hay muchas personas, incluso dentro de los ámbitos mencionados, que no pueden diferenciar aún entre el significado de alabanza y el de adoración, e incluso hay quien confunde ambos términos en uno solo. Por otra parte el sentido que actualmente se utiliza se ha vuelto ligero y principalmente enfocado hacia el aspecto musical.
Ante esta situación es necesario estudiar y considerar su significado, su importancia en la vida del creyente, sus prácticas y, sobre todo, el impacto que tanto la alabanza como la adoración deben producir en nuestra vida.

ALABANZA

En líneas generales la alabanza es el resultado de enunciar afirmaciones positivas sobre alguien, ya sea en privado o públicamente. En el contexto religioso, las alabanzas a Dios forman parte integral de la liturgia, tanto como expresión interna como externa, lo cual puede tomar diversidad de formas, como canto, enunciado, danza, pensamiento, etc. El libro bíblico de los Salmos es una colección de himnos y poemas que en su mayoría alaban a Dios.
La etimología de la palabra alabanza proviene del hebreo halal, que significa hacer espectáculo, ser claro, iluminar, ser brillante y celebrar. En la religión, la alabanza es dada a Dios y los cristianos la expresan con exaltación y júbilo por todo lo bueno que Dios provee. Típicamente la alabanza viene como forma de gratitud por sus dones, tanto materiales como espirituales. Por ello, sólo Dios es el único digno de alabanza. Sea cual sea la denominación cristiana, siempre hay vínculos comunes en lo que se refiere a la práctica de la alabanza a Dios, ya sea por medio vocal o musical, o por ambas conjuntamente.
Los motivos para alabar a Dios
Cada uno de nosotros hemos experimentado la manifestación de Dios en nuestra propia vida, por lo cual hay muchos motivos para ofrecerle alabanza a Dios. Sin embargo ya desde la época del Antiguo Testamento se nos mencionan algunos de los motivos que debemos tener presentes para alabar a Dios. Estos son algunos de ellos:
- Por su creación: "Tuyo es el cielo, tuya la tierra, fundaste el orbe y cuanto contiene; creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón te aclaman" (Salmo 89:12).
- Por sus obras maravillosas: "Te doy gracias por tantas maravillas; prodigio soy, prodigios tus obras" (Salmo 139:14).
- Por su carácter y atributos: "¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahvé porque es bueno, porque es eterna su misericordia!" (Salmo 106:1).
- Porque es justo: "Me levanto a medianoche a darte gracias, por la justicia de tus normas" (Salmo
119:62).
- Por su santidad: "Uno a otro se gritaban: santo, santo, santo, Yahvé Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria" (Isaías 6:3).
- Por su obra redentora; "Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar; y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 5:13).
- Porque es misericordioso: "¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahvé porque es bueno, porque es eterna su
misericordia!" (Salmo 106:1).
- Por su gracia: "para alabanza de la gloria de su gracia" (Efesios 1:6)
- Por su bondad: "Alabad a Yahvé porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable"
(Salmo 135:3).
¿Cuándo y cómo debemos alabar a Dios?
La alabanza a Dios no debe ser algo que hagamos solamente los domingos o festivos, debe ser nuestro estilo de vida porque un corazón agradecido a Dios rebosa de alabanza y bendición. Además nuestra actitud de alabanza redundará en edificación y animará a los demás, con lo cual estaremos cumpliendo uno de los propósitos por los cuales Dios nos dio la vida. Por ello la alabanza debe ser:
- En todo tiempo: "Me levanto a medianoche a darte gracias, por la justicia de tus normas" (Salmo
119:62).
- Con nuestras palabras: "Del poder de tus portentos se hablará, y yo tus grandezas contaré"
(Salmo 145:6).
- Con un corazón recto: "Te daré gracias con toda sinceridad cuando aprenda tus justas normas"
(Salmo 119:7).
- Con cantos: "Cantaré a Yahvé mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista" (Salmo 104:33).
- Con inteligencia: "¡Pueblos todos, tocad palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría! Porque
Yahvé, el Altísimo, es terrible, el Gran Rey de toda la tierra" (Salmo 47:2-3).
- Con instrumentos: "¡Dad gracias a Yahvé con la cítara, tocad con el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo, acompañad la música con aclamaciones!" (Salmo 33:2-3).
- Con danzas: "Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con cuerdas y flautas" (Salmo 150:4).
- Con alegría, gozo y júbilo: "Venid, cantemos gozosos a Yahvé, aclamemos a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, aclamándolo con salmos" (Salmo 95:1-2).
- Alzando las manos: "Así quiero bendecirte en mi vida, levantar mis manos en tu nombre" (Salmo
63:5).
- Batiendo las manos: "¡Pueblos todos, tocad palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría!"
(Salmo 45:2).
Pero el propio Pablo de Tarso nos dice que sin embargo, todo ello debe hacerse correctamente: "Pero hágase todo con decoro y orden" (1 Corintios 14:40).
Pero todo ello debemos hacerlo con el único fin de alabar al Señor y darle gloria, y no para exhibición personal nuestra ni de nuestra supuesta espiritualidad. La alabanza no sólo tiene que ver con el hecho de cantar, tocar instrumentos o realizar cualquier acción en sí misma, sino con la actitud, fervor y honestidad con que se haga y con santidad en el corazón, evitando esta advertencia bíblica: "Dice el Señor: este pueblo se me acerca de palabra, y me honra sólo con sus labios" (Isaías 29:13).
Expresiones de alabanza
Cualquier forma de expresión de alabanza debe empezar en el espíritu y motivada por el amor a Dios: "Pues es Dios quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el obrar" (Filipenses 2:13). Luego trasciende al alma: "Bendice alma mía a Yahvé, el fondo de mi ser, a su santo nombre" (Salmo 103:1). Y finalmente se muestra en el cuerpo: "Así como te veía en el santuario, contemplando tu fuerza y tu gloria, pues tu amor es mejor que la vida, por eso mis labios te alaban" (Salmo 63:3-4). Es decir, dar tributo de alabanza al Rey de Reyes y Señor de Señores con el ser integral de cada uno.
Algunas formas de expresión son:
- Fruto de los labios: es el instrumento que poseemos para confesar su majestad y su grandeza, pero atendiendo siempre a lo que la Biblia nos dice en cuanto al cuidado de lo que sale de los labios: "En cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está lleno de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición" (Santiago 3:8-10). El fruto de los labios no es necesariamente cantar una canción previamente aprendida, sino emitir un canto espontáneo y que brote de un corazón agradecido, como indican los Salmos: "¡Alegraos en Yahvé, justos, exultad, gritad de gozo los de recto corazón!" (Salmo 32:11).
- Grito de júbilo: viene de la palabra hebrea terua que significa clamor; en otras palabras, es una
aclamación de júbilo o clamor hacia Dios, en donde se expresan verdades: "Yo y todos mis compañeros tocaremos los cuernos; vosotros también tocaréis los cuernos alrededor del campamento y gritaréis: por Yahvé y por Gedeón" (Jueces 7:18).
- Cántico nuevo: quien ha reconocido y aceptado a Jesús como Señor y salvador personal, posee un cántico nuevo porque ha pasado de la muerte a la vida y ha experimentado el profundo amor de Dios. Ello adquiere un valor incalculable porque vale la sangre preciosa de Cristo: "Sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo" (1 Pedro
1:18-19).
La alabanza en la música
La palabra música no es mencionada como tal en la Biblia, excepto en el evangelio de Lucas cuando dice: "Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y danzas" (Lucas 15:25). Sin embargo esta palabra procede del griego sumfonia, cuya traducción literal al español es sinfonía.
La música juega un papel muy importante dentro de la alabanza, aún cuando no es indispensable para alabar a Dios pues tenemos nuestra boca para cantar, manos para batir palmas y pies para danzar. Pero si a todo ello le incluimos un ritmo determinado e instrumentos musicales, entonces lograremos verdaderamente una fiesta para Dios, complementándolo todo entre sí.
Bíblicamente la música también representa un medio de comunicación, un lenguaje entre el cristiano y Dios: "Siete veces te alabo, por la rectitud de tus juicios" (Salmo 119:164). Es también un medio de comunicación entre hermanos cristianos: "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Efesios 5:19). La música de Dios es la que da importancia al espíritu, al alma y al cuerpo bajo los propósitos divinos e incluso el propio David formó un ministerio de música en honor a Dios.
Pero debemos tener muy presente que un músico del mundo jamás podrá interpretar una alabanza a Dios con honestidad, ya que básicamente prevalecerá su propio ego sobre la espiritualidad, y ello podría incluso desalentar y enfriar a muchos oyentes. El verdadero músico del Señor debe ser una persona convertida y que su expresión musical sea tan espiritual que pueda llegar hasta Dios y contagiar a los demás ya que no le canta al público, sino a Dios.
Conclusión
La alabanza es la forma de expresión de los cristianos para con ella darle gloria y honor al Señor. Pero debe ser realizada íntima y espiritualmente, alejándose de cualquier espectacularidad humana y mundana. Es decir, convertir la alabanza en una comunicación directa con Dios en lugar de realizar un show con ella, lo cual agradará a los oyentes, pero no a Dios.
La alabanza está íntimamente ligada a la adoración y ambas se complementan. Necesariamente deben fundirse ambas en una para alcanzar el propósito de lograr intimidad plena con Dios. Si un cristiano alaba sin adoración puede compararse con un metal que resuena o un címbalo que retiñe. Es por ello que el Señor desea adoradores en espíritu y en verdad, para que el espíritu Santo les prepare para adorar a Dios en santidad.
"Bendeciré a Yahvé en todo tiempo, sin cesar en mi boca su alabanza" (Salmo 34:2).

ADORACION

Adorar es rendir un culto sagrado y reverenciar con sumo honor a Dios, para entregarle libremente nuestro amor a Él en una expresión sincera de sumisión y respeto. La palabra anglosajona de adoración es worthscripe de la cual deriva el término inglés worship, que significa digno de respeto. La palabra adoración proviene del latín ad (a) y ora (boca) y significa rendir homenaje. Los romanos la utilizaban llevándose una mano a la boca, aventando un beso al objeto de su adoración.
Antiguamente adorar a una divinidad significaba aceptar un modo de vida regida por los preceptos impuestos por dicha deidad. Por lo tanto para nosotros la adoración es la actitud o la intención interna del corazón de la persona hacia Dios. La adoración no implica un tiempo específico de culto a Dios, sino una forma y un estilo de vida de la persona en comunión con Dios, tal como nos indica Juan el evangelista: "Dios es espíritu, y los que le adoran, deben adorar en espíritu y verdad" (Juan 4:24).
La adoración verdadera puede realizarse tanto a nivel individual como en grupo, y deberá estar centrada íntimamente en Dios y no como un modo de entretención hacia los demás. Hay muchas personas que piensan que están adorando a Dios, pero en realidad sólo están creando un sentido eufórico en sí mismos.
Características de la verdadera adoración
La adoración verdadera debe contar con un mínimo de características, que a continuación se detallan:
- Postrarse ante Dios: de acuerdo a la Biblia la posición correcta para adorar a Dios es postrándose. Esto demuestra una humilde sumisión y es también la forma de hacerlo en el cielo para adorar a Dios: "Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: ¡Amén! ¡Aleluya!" (Apocalipsis 19:4).
- Temor y reverencia: debemos estar ante Dios con temor y con reverencia reconociendo que El es el único Dios y todopoderoso. Es una actitud de profundo respeto, en contraste con la irreverencia: "Sólo a Yahvé temeréis y le serviréis fielmente, con todo vuestro corazón, porque habéis visto este portento que ha realizado con vosotros" (Samuel 12:24). Esto nos motiva a vivir siempre en santidad delante de Él: "Teniendo, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios" (2 Corintios 7:1).
La expresión física y emocional en la adoración puede resultar en danza y movimientos del cuerpo. Esta es una respuesta apropiada si la adoración está fluyendo sin esfuerzo y si es espontánea. Pero es inapropiado si es algo inventado y superfluo, o si el enfoque está en la danza o en la música y el canto en lugar de ser un júbilo verdadero e íntimo con el Señor.
Esto da a entender que hay adoración verdadera y adoración falsa. La adoración falsa se hace en ignorancia y sin tomar en cuenta lo que Dios nos ha enseñado, a través de la Biblia, acerca de la adoración. La adoración verdadera se realiza basándose en lo que la Palabra de Dios dice acerca de la adoración, y que ya hemos visto en anteriores citas bíblicas en este mismo trabajo.
Conclusión
A modo de resumen podemos decir que la adoración falsa es externa, siguiendo costumbres y reglas humanas, y centrada en ciertas actividades. La adoración verdadera es interna y espiritual, centrada en una relación íntima y persona con Dios.
"Pero llegará la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren" (Juan 4:23).

DIFERENCIAS BASICAS ENTRE ALABANZA Y ADORACION

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Autor:
Agustin Fabra

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