miércoles, 22 de julio de 2015

Cosmogonía judía.

              En el judaísmo tradicional, las teorías sobre el origen del universo se basan en Génesis 1; en torno a su interpretación se desarrolló una rama de mística esotérica llamada maaseh bereshit,al igual que el maaseh merkavah sobre Ezequiel I. 

             Sin embargo, la excesiva especulación sobre tales asuntos fue desaprobada por la mayoría de los rabinos de la época talmúdica, cuyo principal interés era la halaká. 

             No obstante, la principal corriente de opinión insistía en la creación de la nada, en cuanto opuesta a las ideas de la eternidad de la materia halladas en la filosofía griega. Así, en el primer día fueron formadas diez cosas: cielo y tierra, tohu y vohu (hebreo: "sin forma y vacío" en Génesis 1,2, y entendidos como los dos elementos primigenios), luz y tinieblas, viento y agua, día y noche. Comparando a la sabiduría personificada (Proverbios 8,22) con la Torá, se afirmaba también que el mismo Dios consultó a la última como anteproyecto para el universo y los formó de acuerdo con ella. Además, todo lo creado por la Deidad debe ser perfecto, incluyendo la muerte, el yetzer ra ("inclinación mala"),  el sufrimiento y el infierno; al final cada uno de ellos contribuye al bienestar humano. En la época actual, la comprensión tradicional de Génesis 1 ha entrado en conflicto con el conocimiento científico. Sin embargo, muchos judíos interpretarían ahora el relato de la creación y sus elaboraciones posteriores simbólicamente.

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