lunes, 28 de septiembre de 2015

DERECHOS DE LOS PUEBLOS

VocTEO
 
Con esta expresión se alude a las exigencias fundamentales que deben ser reconocidas (y garantizadas) en las relaciones internacionales a todos los sujetos de ese orden: no sólo a los Estados-nación, que generalmente son considerados como los únicos sujetos titulares de derechos internacionales, sino también a aquellas etnias que, al encontrarse dentro de los Estados (unitarios o federales), no se han organizado todavía de forma política autónoma.
Entre los derechos de los pueblos se mencionan: el derecho a la existencia (y por tanto el derecho al respeto de la identidad nacional y cultural, el derecho a la posesión pacífica del territorio y a la protección contra cualquier forma de genocidio), los derechos económico-sociales, en particular el derecho a la autodeterminación política, a la paz y al desarrollo.
Los derechos de los pueblos, como es fácil de entender, lejos de oponerse a los derechos humanos, constituyen una integración y hasta un presupuesto de los mismos, ya que sin su reconocimiento efectivo los derechos de las personas mismas se ven gravemente amenazados.
Como complemento de la Declaración de los derechos humanos de 1948, la Asamblea General de la ONU en 1966 aprobó un Pacto internacional sobre los derechos económico-sociales y culturales de los pueblos (privilegiando a los Estados-nación). Declaraciones posteriores, entre ellas la de Helsinki, precisaron ulteriormente estos derechos. Finalmente, aunque no fue firmada por la ONU, hay que recordar la Declaración de Sareg del 14 de julio de 1976, en la que los derechos de los pueblos, incluidas las etnias y las minorías políticamente no autónomas, se van enumerando en la formulación más amplia que se ha intentado hasta ahora.
La reflexión teológico-moral de nuestros días se ha mostrado mucho más atenta a los derechos de los pueblos que en el pasado. El Magisterio y la acción de la Iglesia han desarrollado una acción muy notable y bien motivada en apoyo de la defensa de estos derechos, a menudo olvidados y pisoteados. Pensemos en la opresión de las minorías tribales en algunos Estados del Tercer Mundo africano, en el apartheid, en las actuales resistencias a que se proclame la independencia en los Balcanes y en el ex imperio soviético.
Esto demuestra cuán arduo y largo es el camino de los derechos de los pueblos; sin embargo, es éste un camino indispensable para que la humanidad llegue a aquel «espacio de verdadera fraternidad» que solicita la Constitución conciliar Gaudium et spes (n. 37).
G. Mattai
 
Bibl.: M. Mauss, Sociología y antropología, Tecnos, Madrid 1971; R. E. 6ickinson, Ciudad, región y regionalismo, Omega, Barcelona 1961; M. García Pelayo, El tema de las nacionalidades, Madrid 1979,

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