jueves, 14 de enero de 2016

Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, QUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES.


Conservo la palabra “deuda”, que es la que está en Mateo. Porque deuda significa que yo estoy obligado, pero no indica nada sobre la actitud del acreedor. En cambio si ponemos ofensa, como se ha puesto ahora, entonces significa que el otro es ofendido, que Dios está ceñudo e iracundo. Y esto no lo dice el evangelista. La palabra deuda implica que yo debo hacer algo, pero Dios no está ofendido. Si ponemos ofensa es que Dios me mira con malos ojos. Ese cambio no ha sido feliz. Da una falsa idea de Dios, como si estuviese airado con nosotros. El Señor nos espera siempre y nos ofrece su amor siempre. Cuando hemos metido la pata, también nos ofrece su mano para levantarnos. Y nunca se cansa y nunca se venga y nunca castiga. De manera que la palabra “deuda” es mucho más adecuada, como también “nuestros deudores”. Que uno esté en deuda conmigo, no quiere decir que yo esté ofendido ni molesto ni irritado contra él.

Se trata de la única petición del Padre nuestro que lleva una condición. Se pide que Dios nos perdone, pero porque cumplimos nosotros una condición. El “que” es causal. De manera que nosotros aseguramos que hemos cumplido la condición, y así le pedimos que nos perdone. ¿Dios no nos perdonaría, si nosotros no perdonáramos a los demás? No. Lo dice clarísimamente el Señor inmediatamente después del Padre nuestro: “si vosotros perdonáis, vuestro Padre os perdonará, pero si no perdonáis, no os perdona”. ¿Por qué? Porque si yo me cierro al amor, no puedo recibir amor. Uno pasa por alto la deuda, condona la deuda, pero, claro, esa manifestación de amor necesita que el que la recibe esté abierto al amor. Si el otro se ha cerrado no puede recibir el amor de Dios. No es que Dios no quiera, es que no puede perdonar. El amor es una corriente incesante, nace del Padre, se comunica a Jesús, Jesús se comunica a nosotros y nosotros a los demás. Si se detiene en nosotros, ya no se puede recibir, porque se ha tapado, se ha interrumpido el cauce. Imposible recibirlo. De manera que por eso nosotros aseguramos que estamos abiertos al amor, que nosotros perdonamos, que dejamos correr el amor. Y entonces le pedimos al Padre que su amor corra sobre nosotros, que su amor nos vaya limpiando continuamente, que todo lo que sea obstáculo en la comunidad sea inmediatamente lavado por ese perdón, porque nosotros también lavamos todo lo que estorba.
De manera que lo primero que pedimos en esta segunda parte es que la comunidad sea una comunidad de amor, una comunidad de unión y una comunidad de alegría. La segunda es que sea una comunidad de amor no sólo dentro de la comunidad, sino hacia todos. Que las debilidades, los obstáculos, las faltas sean continuamente borradas por ese amor de Dios que se derrama sobre ella, porque ella misma está derramando amor sobre los demás. Es una comunidad de un amor mutuo, fácil. Mutuo entre ellos y con los demás. Porque el perdón tiene que ser continuo y fácil siempre. Y así se asegura ese perdón de Dios, que es una manifestación de su amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.